23 abril, 2024

Una baja tolerancia a la frustración, menor inteligencia emocional, hipersensibilidad a la crítica y dependencia emocional son algunos rasgos que definen a quienes integran la generación Z o Copo de nieve.

Llamada así por su vulnerabilidad, estas características son consecuencia de un estilo de crianza centrado en el YO, el egoísmo y la sobreprotección de los padres, explica la psicóloga Érika Grajeda Manríquez.

¿Cómo surge?

Cada generación cuenta con características muy propias que van desde su forma de vestir, peinarse, hablar o pensar y para entenderlas es necesario echar un vistazo al pasado.

En este caso, por ejemplo, saber quiénes fueron los padres de estas generaciones, qué veían, qué escuchaban y cómo se les educó.

“Si se revisa todo esto  nos daremos cuenta que antes que ellos hubo una generación con ciertas particularidades que nos da una pista de por qué a primera vista parecen más sensibles que generaciones anteriores”, comenta la psicóloga.

La generación Copo de nieve es resultado de un mundo inmerso completamente en la tecnología que tiene como antecedente a los Millennials.

Aquellos que nacieron entre 1981 y 1996, y que además de ser testigos de una nueva era en la comunicación fueron los encargados de alzar la voz en temas como el racismo, la inclusión a la comunidad LGBT o la desigualdad entre hombres y mujeres.

“Cuando entendamos qué causó esto seremos capaces de corregir el rumbo con las nuevas generaciones y ayudar las que ya tienen este tipo de problemas”

Después, éstos se convirtieron en hermanos mayores y en padres de la generación Z, los cuales menciona la especialista “nacieron en un mundo que no los preparó para enfrentarse al mundo real y los hizo creer que la vida se vivía a través de una pantalla”.

Además de promover el YO sobre el nosotros, principal causa de todas las características anteriormente mencionadas.

Sus consecuencias

A largo plazo, la psicóloga señala que una persona que no es capaz de soportar el fracaso y es más susceptible a la crítica vive bajo una ansiedad constante.

Y en consecuencia, lo anterior puede desencadenar problemas conductuales como miedo constante, desanimo para intentar cosas nuevas, poca constancia y aislamiento emocional.

Así como físicos, entre ellos, digestivos, dolores de cabeza, ulceras, mareos y fatigas.

La psicóloga explica que para entender este tipo de problemas sociales no basta con voltear a ver simplemente el problema, también hay que ver cómo la sociedad causó y permitió que llegaran a esta posición de desventaja.

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