19 marzo, 2024

Si algo he aprendido en la vida con toda seguridad es que todos los seres humanos tenemos un deseo en común: ser vistos, escuchados y reconocidos. En estos tiempos de las redes sociales cualquier persona puede expresar sus opiniones, compartir sus fotos, hacerle saber a miles de personas que existe y con eso evitar esa sensación de ser invisible. El hecho de poder conectarnos con los demás a través de las redes sociales nos da un sentido de pertenencia, de comunidad, porque tenemos cientos de amigos virtuales que con un solo clic nos ayudan a sentirnos acompañados, escuchados.

Sin embargo, cuando no tenemos “conectividad” con nosotros mismos estamos desconectados del universo, de la fuente primordial, de la energía divina que crea mundos, de la cual surge todo nuestro potencial, nuestra voluntad de vivir. No importa cuál sea mi prestador de servicio de telefonía o wifi, si no estoy conectado con la energía del cosmos que fluye a través de mi ser y que me mantiene vivo, estoy desconectado de la vida misma, no importa cuantos “me gusta” obtengan mis publicaciones en las redes sociales.

Esto no quiere decir que las redes sociales sean malas en sí, pues tanto el internet como los celulares son extensiones de nuestra mente, son el resultado de la creatividad y del pensamiento humanos. Sin embargo, cada publicación es una expresión de la mente de alguien y como sólo las personas absolutamente locas no saben  que lo están, casi todos nos damos cuenta de que algunas publicaciones son verdaderamente nocivas desde cualquier punto de vista. Pero allí estamos, leyendo, compartiendo, enviando insultos y mentadas de madre a gente que ni siquiera conocemos, al cabo que es bien padre insultar todos en bola, sin consecuencia alguna. 

Estamos ahogados en información y la mayor parte de ella sólo contribuye a ese ruido mental que nos sofoca y que no cesa jamás. Pensamientos van, pensamientos vienen:  ¿Porqué a veces siento que no puedo con mi mente que no deja de atormentarme? “Ya estoy hasta el keke de las redes sociales, no hay nada que valga le pena.” “Tengo tanto rato en Facebook que siento que voy a vomitar.” ¿Y si me desconecto de las redes por unos días…?   ¡No, ‘pos me muero!

Cada uno de nosotros envía sus vibraciones por el ciberespacio, cada uno  contribuimos a la calidad del ambiente cibernético en el que navegamos. El internet no es bueno ni es malo, es solo un instrumento de comunicación y cada quien lo usa de acuerdo a su nivel de consciencia. ¿Qué clase de trending topic quiero ser? ¿Qué imagen quiero proyectar? Lo que sea, con tal de estar vigente, con tal de no desaparecer. ¿Desaparecer para quién, para los demás? Los demás solo están interesados en ellos mismos, esa es la realidad. Pero si yo percibo la silenciosa presencia de mi verdadero ser, si siento el universo dentro de mí y yo formando parte de él, entonces no necesito ningún reconocimiento externo,  puedo descansar en la certeza de que formo parte de algo infinitamente más grande que yo, que Yo Soy ese algo.
A través  de la meditación busquemos esa conexión con nuestro yo interior, pues al final del día cuando apagamos el celular, solo estamos con nosotros mismos, y más vale que sepamos estar en armonía  con esa persona que nos mira en el espejo por la mañana, de otro modo, estamos solos, lastimosa y desesperadamente solos con nuestros 5,000 amigos de Facebook.

Om Shanti 

Columna

El Rincón del Alma

Por Rosy Chumacero

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