El divorcio es uno de los problemas más complicados por los que atraviesa la sociedad, primero rompe con el estereotipo del concepto de familia, sin embargo como especialistas de la salud emocional, creemos que en algunas ocasiones los miembros de la familia, juntos y de la manera en que se relacionan también se causan daño, la violencia es un claro ejemplo de esto, les pongo en este momento una postal en su mente: después de acudir a dar un taller de violencia, les encargué a los niños un dibujo de lo que entendieron del tema, de forma sorprendente una de las niñas dibuja a sus padres pelando, y ella se dibuja en un rincón asustada y con lagrimas en los ojos.
En estudios recientes se calcula que aproximadamente de cien matrimonios, en datos del 2017, 31 parejas se divorcian, y Chihuahua específicamente es uno de los estados con mayor incidencia en este fenómeno. Y la tendencia es a la alza.
Hijos: herramienta de manipulación
Olvidemos los números por un momento, definitivamente quizás sin saber, causamos un impacto negativo en nuestros hijos, una situación preocupante es su utilización como herramienta de manipulación, o como dice el título como un ‘botín de guerra’, donde no consideran sus necesidades, intereses y sano desarrollo.
Decirle mentiras de alguno de los padres, involucrarlos en los temas o las causas de la separación, negar la convivencia y el contacto con el padre o madre que se salió de la casa, chantajear emocionalmente para que haga, diga, o piense algo. Es ahí donde especialistas en peritaje y valoraciones psicológicas pueden intervenir.
Si bien es cierto que la autoridad puede valorarlos, aquellas personas que desean obtener la guardia y custodia, pueden aportar datos importantes a jueces y juezas, recordemos que esta consiste en la convivencia, cuidado y asistencia de los hijos, y la patria potestad que son los derechos y deberes de padres a hijos, regularmente se comparte en ambos.
¿Qué intervención tiene entonces un psicólogo perito?
En primer lugar se evalúa psicológicamente a ambos padres, de esta valoración objetiva, se trata de verificar que no exista en algunos de ellos trastornos o enfermedades mentales o emocionales no tratadas, que pudieran afectar a los niños, por ejemplo, adicciones, agresividad y cualquier cosa que atente contra la adecuada formación de un pequeño; lo segundo es evaluar a los hijos, primero descartando la manipulación o lo que en otra ocasión abordaremos, la alienación parental, saber cómo se encontraban antes, durante y después de la ruptura, y escucharles en relación a dónde se encuentran más cómodos, o en cuál de los dos lugares, se interrumpiría menos su equilibrio, quién de los dos padres desde su visión permanece, convive y lo conoce de mejor manera.
Y por último que esto es algo que pocas veces se realiza, las habilidades parentales o marentales, es decir, cómo realizan su tarea y cuál es su postura en temas elementales como la disciplina, el cuidado emocional, los hábitos de sueño, alimentación e higiene, entre otros. El conjunto de estos análisis, con una persona imparcial y objetiva, proporcionará a los encargados, los jueces, que en lo ideal buscan el bienestar de los niños y niñas, información desde un profesional.
En ocasiones estas afectaciones se dan por que la ruptura de la pareja es difícil, independientemente de las causas, y la mayoría de las personas desconoce que se puede trabajar con los adultos e hijos, para que en caso de que se tome la decisión del divorcio se realice un acompañamiento psicológico, para explicarles y llegar al proceso de asimilación, pues al fin y al cabo es una pérdida, y para que los padres juntos, tomen las mejores decisiones, buscando que todos se encuentren bien y salgan adelante.
La terapia psicológica y el apoyo de una pericial psicológica, harían estos procesos más sanos, más objetivos y más humanos.
Por Lic. Elizabeth Zapien
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