Si
algo he aprendido en la vida con toda seguridad es que todos los seres humanos
tenemos un deseo en común: ser vistos, escuchados y reconocidos. En estos
tiempos de las redes sociales cualquier persona puede expresar sus opiniones,
compartir sus fotos, hacerle saber a miles de personas que existe y con eso evitar
esa sensación de ser invisible. El hecho de poder conectarnos con los demás a
través de las redes sociales nos da un sentido de pertenencia, de comunidad,
porque tenemos cientos de amigos virtuales que con un solo clic nos ayudan a
sentirnos acompañados, escuchados.
Sin embargo, cuando no tenemos
“conectividad” con nosotros mismos estamos desconectados del
universo, de la fuente primordial, de la energía divina que crea mundos, de la
cual surge todo nuestro potencial, nuestra voluntad de vivir. No importa cuál
sea mi prestador de servicio de telefonía o wifi, si no estoy conectado con la
energía del cosmos que fluye a través de mi ser y que me mantiene vivo, estoy
desconectado de la vida misma, no importa cuantos “me gusta” obtengan
mis publicaciones en las redes sociales.
Esto no quiere decir que las redes sociales sean
malas en sí, pues tanto el internet como los celulares son extensiones de
nuestra mente, son el resultado de la creatividad y del pensamiento humanos.
Sin embargo, cada publicación es una expresión de la mente de alguien y como
sólo las personas absolutamente locas no saben que lo están, casi todos
nos damos cuenta de que algunas publicaciones son verdaderamente nocivas desde
cualquier punto de vista. Pero allí estamos, leyendo, compartiendo, enviando
insultos y mentadas de madre a gente que ni siquiera conocemos, al cabo que es
bien padre insultar todos en bola, sin consecuencia alguna.
Estamos ahogados en información y la mayor parte
de ella sólo contribuye a ese ruido mental que nos sofoca y que no cesa jamás.
Pensamientos van, pensamientos vienen: ¿Porqué a veces siento que no
puedo con mi mente que no deja de atormentarme? “Ya estoy hasta el keke de
las redes sociales, no hay nada que valga le pena.” “Tengo tanto rato
en Facebook que siento que voy a vomitar.” ¿Y si me desconecto de las redes
por unos días…? ¡No, ‘pos me muero!
Cada uno de nosotros envía sus vibraciones por
el ciberespacio, cada uno contribuimos a la calidad del ambiente
cibernético en el que navegamos. El internet no es bueno ni es malo, es solo un
instrumento de comunicación y cada quien lo usa de acuerdo a su nivel de
consciencia. ¿Qué clase de trending topic quiero ser? ¿Qué imagen quiero
proyectar? Lo que sea, con tal de estar vigente, con tal de no desaparecer.
¿Desaparecer para quién, para los demás? Los demás solo están interesados en
ellos mismos, esa es la realidad. Pero si yo percibo la silenciosa presencia de
mi verdadero ser, si siento el universo dentro de mí y yo formando parte de él,
entonces no necesito ningún reconocimiento externo, puedo descansar en la
certeza de que formo parte de algo infinitamente más grande que yo, que Yo Soy
ese algo.
A través de la meditación busquemos esa
conexión con nuestro yo interior, pues al final del día cuando apagamos el
celular, solo estamos con nosotros mismos, y más vale que sepamos estar en
armonía con esa persona que nos mira en el espejo por la mañana, de otro
modo, estamos solos, lastimosa y desesperadamente solos con nuestros 5,000
amigos de Facebook.
Om Shanti
Columna
El Rincón del Alma
Por Rosy Chumacero
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