21 noviembre, 2024

Bueno, pues llega la Navidad y todos a hacer la carta para Santa. Algunos habremos tenido buen comportamiento y otros no tanto, cada quién sabe en su interior y nadie es quién para juzgarnos. Dicho esto, hay que tomar en cuenta que cuando pedimos algo a Dios, al universo, al poder superior o como quieras llamarle, no solo es pedir, también hay que saber recibir.

¿Conoces a alguna persona que cree que no merece nada o que piensa que las mejores cosas de la vida son para los demás y no para ella? Pues esa persona no sabe recibir. El universo siempre está en disposición de dar, ¡siempre! Somos nosotros quienes nos alejamos de la corriente de la abundancia de la vida porque no sabemos cuáles son las actitudes que nos conviene evitar.

La principal es evitar la palabra –no–. Fíjate bien cuántas veces al día la usas y evítala a toda costa cuando no sea absolutamente necesario. Hay que decirle sí a la vida, sí al amor, sí al  cambio, sí a lo desconocido, sí incluso al sufrimiento.

Siempre estamos lanzando deseos al universo, incluso cuando decimos “no quiero eso”. ¿Quieres recibir? Entonces te conviene estar alerta y asegurarte de que estás dispuesta, abierta a aceptar y recibir todo lo que el universo te quiere dar, todo. Puedes elegir lo que quieras porque la vida siempre te da opciones, solo ten cuidado con la palabra –no–.

Si sientes que no mereces esto o aquello, ¡olvídalo! Tú mereces lo mejor por el solo hecho de respirar, no es necesario nada más. Has venido al mundo para crecer, expandirte en todos los sentidos (cuidado con el peso, jajaja), no has venido a ser menos de lo que eras cuando naciste, un ser perfecto, auténtico en tus emociones.

¿Que ya te has transformado en alguien que no te gusta mucho que digamos? No es problema, en el fondo sigues siendo tú y lo único que necesitas hacer es perder el miedo a ser tú de nuevo. Poco a poco; no son competencias. Hazlo de manera natural sin presionarte, ¡sé feliz! Cuando somos felices perdemos el miedo y somos más nobles y generosos hasta con nosotros mismos, y es precisamente con nosotros que debemos empezar.

Pero resulta que te has hecho daño y por consecuencia has causado sufrimiento a los demás, especialmente a aquellas personas que más quieres. Bienvenida al club. Todos lo hacemos.

La mala noticia es que en la ley del karma no se vale decir mea culpa tres veces, y aquí no ha pasado nada. La buena es que en la mayoría de los casos puedes reparar el daño haciendo lo contrario a aquello que hiciste mal. En ocasiones solo pedir perdón con humildad y un sincero deseo de cambiar la actitud es suficiente. Recuerda pedirte perdón a ti misma.

Saber recibir es la mitad del camino y la otra mitad es dar. Todo aquello que deseas y que sientes que la vida te ha negado, empieza a darlo. Porque al fin y al cabo lo que nos hace verdaderamente, duraderamente felices no son cosas materiales. Te aseguro que no falla. Es una certeza matemática.

Así que siéntate, piensa en lo que quisieras ver materializado en tu vida y di sí: lo quiero, lo merezco y estoy abierta y dispuesta a recibirlo.

¡Feliz Navidad!

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