Por Marisol Rodríguez / Foto: Internet
Los huevos benedictinos son un plato estrella que no puede faltar en un brunch dominical junto a una refrescante mimosa.
Este consiste en huevos escalfados con salsa holandesa y tocino o jamón canadiense servidos sobre mitades de muffin inglés.
¿Quién los inventó?
Existen dos historias sobre el origen de los huevos benedictinos, una de ellas indica que en el año 1894, el corredor de bolsa Lemuel Benedict pidió unas tostadas de mantequilla, huevos escalfados, tocino crujiente y una guarnición de holandesa en el hotel Waldorf de Nueva York; la combinación resultó impresionante y decidieron incorporarla al menú, pero el tocino y las tostadas se sustituyeron por jamón y muffins ingleses.
La otra señala que a principios del siglo XVIII, al Papa Benedicto XIII le gustaba tanto un plato de huevos que lo pedía una y otra vez, y de ahí se derivó el nombre Eggs Benedict.
Actualmente, cada restaurante tiene su propia versión de huevos benedictinos que, además de los ingredientes tradicionales, incluyen otros como salmón, carne en conserva, tomates, espárragos, tostadas gruesas o bagels finos.
Lo importante es que se mantengan los huevos escalfados y la salsa holandesa, la encargada de crear una explosión de sabor en el paladar cuando se mezcla con la yema.