31 octubre, 2025

Por Marisol Rodríguez

El miedo es una emoción universal que todo mundo es capaz de experimentar, sin importar la edad.

“Funciona como un mecanismo de defensa frente a cualquier situación, interna o externa, que percibimos como una amenaza”, expresa la psicóloga Érika Grajeda, especialista en infancia.

Para los adultos, es común creer que los pequeños le temen a la oscuridad, animales peligrosos o seres imaginarios, pero un estudio reciente de la UNAM reveló que sus principales miedos son: sacar malas calificaciones o reprobar, el fracaso escolar, figuras de autoridad estrictas como los maestros o padres, la soledad o abandono, el fin del mundo y la muerte.

“Tener temores a lo largo de la vida es completamente normal y forma parte de un desarrollo sano. Un miedo propio de la edad no debería impedir que niñas, niños o adolescentes realicen actividades habituales como ir a la escuela, convivir con amigos o dormir tranquilos”, menciona la psicóloga.

Foto: Freepik

¿Cómo afectan el rendimiento escolar?

Cuando un miedo es muy intenso puede generar una sensación de vulnerabilidad y desamparo en los niños, lo que les impide enfrentarlos adecuadamente.

Por ejemplo, pensar en la posibilidad de obtener una mala calificación, puede hacer que un niño experimente un temor tan fuerte que lo paralice y afecte su desempeño.

“Esto puede llevar al fracaso o al bajo rendimiento escolar, lo que a su vez genera la percepción de estar en desventaja frente a sus compañeros y a tener la desaprobación de maestros, amigos y padres, lo que impacta directamente en su autoestima. De esta manera, el miedo se convierte en un círculo vicioso que dificulta tanto el aprendizaje como la socialización”, comenta.

En la adolescencia, una etapa donde se busca la aprobación y sentido de pertenencia, los miedos sociales como hablar en público o hacer nuevos amigos, pueden afectar su confianza, las relaciones y en consecuencia, el desarrollo personal.

“Si no se atienden, estos miedos pueden generar aislamiento social, baja autoestima y dificultades para desenvolverse en distintos contextos”, agrega.

Señales de alarma

Si identificas las siguientes señales en tus hijos, es momento de acudir con un especialista:

  • Miedos que impiden realizar actividades cotidianas, como asistir a la escuela, interactuar con sus compañeros o participar en juegos y actividades familiares.
  • Cambios radicales en su comportamiento habitual, entre ellos, una irritabilidad extrema, retraimiento, llanto frecuente o cambios de ánimo repentinos.
  • Deserción escolar o pensamientos relacionados con abandonar la escuela, que reflejan un impacto significativo en su bienestar y desarrollo académico.
Foto: Freepik

Familia, un apoyo clave

La especialista comenta que “el cariño, la paciencia y la comprensión de la familia ayudan a los niños a superar sus temores y les enseñan que son capaces de enfrentarse a ellos sin perder la confianza en sí mismos”.

A continuación, nos comparte tres consejos claves:

1. Escuchar y validar sus emociones

Genera espacios seguros para que expresen lo que sienten sin miedo a ser juzgados. Escucha atentamente y reconoce sus emociones.

2. Acompañar sin presionar

Establece expectativas realistas sobre su desempeño escolar y acompaña sus procesos de aprendizaje y socialización. La presión excesiva genera miedo, ansiedad y frustración.

3. Fomentar la comunicación y confianza

Mantén un diálogo abierto, observa sus comportamientos y valida su esfuerzo y logros. Cuando los niños sienten que su voz importa, aprenden a gestionar sus emociones y enfrentan sus miedos con resiliencia.

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