21 noviembre, 2024

 

Según Brian Wansink, investigador de la Universidad de Cornell, todos los días tomamos más de 200 decisiones relacionadas con la alimentación y, con frecuencia, nuestra selección de alimentos se hace de forma inconsciente. Cada día estamos inundados de información acerca de lo que deberíamos o no comer, dicho de otra manera, de señales de alimentación externas que influyen en lo que comemos y cuánto comemos. Por ejemplo, el tamaño de las porciones puede influir en la cantidad de alimentos que creemos que es apropiado comer, y comer mientras estamos distraídos puede influir en la cantidad que consumimos.

En contraste con las señales de alimentación externas, nuestro cuerpo posee señales internas como las sensaciones de hambre y saciedad, que pueden guiarnos a comer los alimentos que nuestro cuerpo necesita en la cantidad adecuada. Las personas que usan estas señales internas dejan de comer cuando experimentan la sensación de saciedad o ya no sienten hambre. También pueden hacer ajustes a su alimentación, como dejar de comer antes de estar completamente llenos si planean comer postre.

Hay estudios demostrando que los niños pequeños a menudo pueden regular internamente su alimentación de forma intuitiva. En un estudio realizado en 2007 descubrieron que los niños de tres a seis años que consumían una merienda alta en calorías comían menos en su próxima comida que los niños que bebían solo agua antes de comer. Sin embargo, los niños mayores y aquellos con un mayor riesgo genético de obesidad fueron menos efectivos en su autorregulación que los niños más pequeños y aquellos con menor riesgo de obesidad. La investigación sugiere que cuando los padres intentan restringir la comida en niños pequeños, es más probable que estos coman en exceso, lo que sugiere que comienzan a desconectarse con sus señales internas de hambre y saciedad. Además, en otro estudio más reciente (2013) encontraron que los niños cuyos padres usaban alimentos como recompensa tenían más probabilidades de comer emocionalmente y tener un mayor peso corporal un año después.

A medida que envejecemos muchos otros factores externos influyen en la alimentación, lo que puede hacer que nos desconectemos de nuestras señales internas. Desinhibición de la alimentación es un término que se refiere a esta desconexión de las necesidades de nuestro cuerpo, lo cual puede llevarnos a comer debido a la sola presencia de alimentos, aunque no tengamos hambre; comer en respuesta a sentimientos desagradables o comer más allá del punto de saciedad.

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