22 noviembre, 2024

Existen personas que a lo largo de su vida desarrollan talentos o habilidades que los hacen destacar en algunos escenarios, y hay otras que simplemente nacen con ellos, este último caso es el de Marcial Cruces, pintor de origen andaluz que desde los siete años de edad plasma bellas imágenes sobre lienzos blancos.

“Pinto lo que me apetece en cada momento”

El arte y la taxidermia

Desde muy niño sintió atracción por el dibujo y la pintura, actividades que lo llevaron a participar en un par de concursos en su natal España, el primero de ellos a los 16 años de edad, ganando un segundo lugar y posteriormente, en 1979, obteniendo el Premio Nacional en la modalidad de Pintura.

Pero antes de dedicarse de lleno a pintar rostros y paisajes, Cruces intentó con la escultura, el modelado y el tallado, habilidades que le sirvieron de mucho cuando a los 12 años ayudaba a su padre en la taxidermia.

“El arte tiene que ser para todo el mundo, sea cual sea su nivel cultural”

“Tiene mucho que ver con el arte, al menos como a mi me enseñaron a hacer los animales, yo lo que hacía era una estatua del animal sin piel, o sea lo que es puro músculo, tenía que tallar el animal y luego ponerle la piel y que todo quedara como un guante, súper ajustado, eso me valió mucho, a la hora de tallar y de modelar las proporciones”.

Y aunque le gustaba lo que hacía, recuerda que la escultura es muy limitada, “era todo volúmenes, y en la pintura aparte del volumen puedes dar tonalidades de color y puedes hacer texturas, transparencias”, es por eso que decidió entregarse por completo a esta actividad.

De Andalucía a Ciudad Juárez

Desde hace dos años llegó a esta frontera gracias a un contrato como profesor de dibujo de parte de una persona que solo conocía su trabajo.

“Platicamos y le comenté de mis ilusiones de salir de mi país, comenzar a ver mundo y a enseñar mis obras”, algo que hasta el momento no había podido hacer pues siempre tuvo un motivo por el cual postergarlo, “esta mujer me dijo: si quieres venir a México tienes trabajo y tienes casa, está a un lado de Estados Unidos, entonces te puedes dar a conocer en México y Estados Unidos”, a lo cual aceptó de inmediato.

“Dije ya es hora, ya mis hijos son mayores y puedo, ¿por qué no?, voy a intentarlo, lo que quise intentar con 20 años lo voy a intentar ahora y simplemente me vine”.

Sobre Ciudad Juárez cuenta que su primera impresión fue la de un caos, mismo que al final le ha encantado y lo ha inspirado.

“Mi forma de pintar no era así, con esos colores”, dice mientras apunta a una de sus obras, “yo era más un pintor prácticamente realista, me especialicé en el retrato, me sentía cómodo… y al llegar aquí empecé a hacer lo que sabía hacer y en lo que me sentía cómodo pero de una forma curiosa fui cambiando la forma de pintar, los colores que utilizaba, me imaginó que ha sido la ciudad, que ha sido el ambiente, el cambio ha sido brutal”.

Dicho estilo ahora lo transmite a sus alumnos del Colegio Americano y a otros a los que imparte clases de pintura en su estudio, el cual ha montado en su domicilio, actividad que le hace sentir de maravilla pues en ella ha descubierto la satisfacción de enseñar lo que él sabe.

“Lo primero que me di cuenta es que aunque le muestres a todos los alumnos la misma obra con la misma técnica, nunca hay dos cuadros iguales, está claro que se plasma la personalidad, lo que lleves por dentro… Ahí se refleja el carácter, lo que llevas”.

Su paso por México

Sobre sus obras dice no tener una favorita pues se enamora siempre de la última “de esa te enamoras y te obsesionas hasta que la has terminado, la cuelgas y dices: ya, y vuelves a empezar, es un amor divorcio, amor divorcio y así”, dice el artista quien desde su llegada a nuestro país ha participado en varias exposiciones colectivas, llevando sus obras a El Paso, Monterrey y San Miguel de Allende, lugares donde asegura nunca se ha sentido extranjero y ha hecho “amigos espectaculares”.

Expone en el MAHCH

Recientemente inauguró su exposición “Color de feminidad” en el Museo de Arqueología e Historia de El Chamizal, donde podemos ver 15 obras con figuras femeninas, las cuales fueron inspiradas por un gesto, una persona o una fotografía.

“Hay algunas que son reales, otras que son totalmente inventadas, yo puedo ver una foto de una modelo, una niña, una foto que yo haga, pero capto una mirada y es la que plasmo en un lienzo, y al final no tiene nada que ver con la original, porque la embellezco, la cambio, cambio el vestido, cambio el fondo, le doy textura”, logrando imágenes alegres y muy vivas.

“Busco la belleza, no me limito, aunque mis cuadros son bastantes realistas y me siento cómodo con el retrato, pero no pretendo captar simplemente lo que veo, trato de embellecerlo, captar momentos mágicos y plasmarlos en el lienzo”, dice el autor quien se encuentra en un momento de su vida en el que solo pinta lo que quiere, lo que se le ocurre al instante ya que asegura “la inspiración puede llegar en cualquier momento”.

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