En las últimas décadas la abundancia de comida procesada y la ingesta insuficiente de alimentos frescos ha llevado a la deficiencia de nutrientes esenciales en nuestra dieta. Los ácidos grasos poliinsaturados como el omega 3 y el omega 6 también son conocidos como grasas buenas. A diferencia de las grasas de las carnes y los productos lácteos enteros, estos tienen efectos positivos en nuestra salud.
Los omega 3 son ácidos grasos poliinsaturados, grasas esenciales que el cuerpo no puede producir y, por lo tanto, tenemos que obtenerlos de nuestra dieta. Principalmente forman parte de las membranas celulares y contribuyen a un mejor funcionamiento de las células; además ayudan en la función cerebral, la visión y la función inmunológica.
El omega 3, también conocido como ácido alfalinolénico, se encuentra en los vegetales de hoja verde como el brócoli, las espinacas y las leguminosas. Otro tipo de omega 3 conocido como DHA o ácido docosahexaenoico es abundante en los pescados, sobre todo de aguas frías y profundas como el salmón, la sardina, el atún y la trucha.
El DHA –que además de los pescados, se encuentra en el aceite de linaza y en el de canola– ayuda a evitar enfermedades cardiovasculares, pues impide la formación de coágulos y la inflamación. Una persona que los incluye adecuadamente en su alimentación disminuye la posibilidad de sufrir o morir a causa de enfermedades cardiovasculares.
Los ácidos grasos omega 3 también contribuyen a disminuir triglicéridos séricos y ayudan a la vasodilatación; además “se ha visto que los ácidos grasos omega 3 ayudan para el desarrollo neuronal y de la visión de los niños”, explica la nutrióloga María del Carmen Iñárritu, del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Últimamente se han estudiado mucho los aspectos benéficos de los ácidos grasos y por eso ahora se sugiere su consumo, sobre todo de forma natural. Por otro lado, no consumir ácidos grasos esenciales como omega 3 u omega 6 puede provocar deficiencias en el desarrollo de las membranas celulares, además de afectar la piel, el cabello, la visión y el sistema inmune.
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