Me considero una buena persona y trabajadora, pero no tengo un buen salario, no estoy realizando el trabajo que quiero, no puedo tener una estabilidad en mis relaciones de pareja, me miro al espejo y no me gusta lo que veo, he llegado a pensar que mi vida será siempre así. ¿Por qué nada me sale bien?
¿Te resultan familiares estas frases? ¿Te sientes identificado? Es muy probable que estés pasando por una etapa de frustración en que a lo mejor ya llevas mucho tiempo y al día de hoy se juntó con la depresión.
Cuando luchamos por lograr algún sueño y no lo alcanzamos aparece la frustración y con ella dos emociones: la tristeza y el enojo, y con base en ellas funcionamos.
Cuando vemos que nada nos resulta como nosotros queremos, que las cosas parece que se vuelven más difíciles, tenemos cuatro caminos a elegir:
Agredirnos: “No sé por qué sigo intentándolo si no voy a poder nunca”, “soy un tonto”, “me merezco esto que me pasa”, “todo me sale mal”, etcétera.
Enojarnos: Y lo podemos hacer de dos maneras, sacando el enojo de una forma violenta, golpeando, gritando, o tragándonos el enojo y tarde que temprano se manifiesta en la salud.
Resignación: Conformándonos con lo que estamos viviendo y decir: “Bueno, no me tocaba”, “Dios no quería eso para mí”, “no hay mal que por bien no venga”.
Resolver: Buscar soluciones creativas que resuelvan nuestra situación para poder alcanzar esas metas y recuperar nuestra estima. Siempre que tenemos un obstáculo surgen las ideas, pero hay que centrar nuestra energía para resolver el problema y no usarla para agredirnos o agredir a otros.
Un pequeño cambio que hagamos será lo que necesitamos para salir de la frustración y darnos cuenta de todo lo que somos capaces de realizar.
Permitirnos el error: todos nos equivocamos, pero eso no significa que somos un error, darnos una nueva oportunidad después del error porque siempre hay un aprendizaje de crecimiento.
Cuando nos paramos sobre nuestro carácter, sobre quienes somos, pueden venir los vientos y las tempestades y… cuando pasen, estaremos más fuertes. Pero si nos paramos sobre nuestros éxitos, lo que logramos o lo que no hemos logrado, cualquier cosa nos va a derribar porque estamos valorándonos desde afuera y lo mejor viene desde dentro de nuestro corazón y de nuestro ser.
Dios te quiere bendecir, dice en su palabra que tiene pensamientos de bien y no de mal para nosotros sus hijos. Entonces ¿por qué nosotros nos empeñamos en estar pensando mal de nosotros mismos y marcándonos el error?
Cambiemos nuestra forma de pensar, aprender a reconocernos, a felicitarnos y a celebrar lo bueno que hay en nosotros porque así llegará lo mejor.
Bendiciones