Los alimentos no solamente nos sirven para satisfacer la demanda de energía en el cuerpo, también nos nutren a nivel sensorial; es decir, hay una demanda de sabor, olor, textura o temperatura que necesita ser satisfecha. Esto tiene que ver con el disfrute y el placer al momento de ingerir nuestros alimentos.
En un mundo en que se nos exige ser eficaces y eficientes, pareciera que no hay cabida para el gozo y el placer de comer, lo cual ciertamente requiere que te des tiempo. Tienes que darte tu espacio, si no es así y continúas con un ritmo de vida en el que comes lo que “se atraviese” en el camino, estarás corriendo el riesgo de enfermar debido a la desconexión con tu organismo.
Entonces, ¿qué hacer para recobrar el verdadero placer de comer? Los siguientes pasos muestran un camino hacia su recuperación en cada bocado.
Paso1: pregúntate qué es lo que realmente deseas comer.
Date el permiso incondicional para ingerir cualquier alimento que apetezcas en un ambiente relajado y disfrutable.
Paso 2: descubre el placer en el paladar.
Es muy sencillo. Lo primero es poner atención a tu respiración para ubicarte en el momento presente; después, haciendo los juicios a un lado, disponte a probar cada alimento como si lo hicieras por primera vez.
Paso 3: haz de tus comidas una experiencia más disfrutable.
Come despacio, sensualmente y saboreando cada bocado.
Paso 4: no te conformes.
No estás obligada(o) a terminarte algo que al probarlo no te agrada. Si no te gusta lo que pruebas, no te lo comas, y si te gusta, ¡saboréalo!
Paso 5: Revisa, ¿te sigue gustando el sabor?
¿Has notado que los primeros bocados saben mucho mejor que el resto del platillo o postre que te has servido? Hay estudios que demuestran que la exposición continua a un mismo alimento resulta en la disminución del placer obtenido por ese alimento. Haz tu propia prueba del sabor y considera parar de comer en el momento en que el sabor deja de satisfacerte como en las primeras degustaciones.